SALIR DE LA PROSTITUCIÓN

La explotación sexual infantil y los abusos a las niñas son uno de los principales problemas de la infancia en Sierra Leona.

Hay cientos de niñas de entre 8 y 17 años vendiendo su cuerpo en las calles de Freetown, burdeles, mercados y club nocturnos. Pero lo visible es únicamente la punta del iceberg. Una parte importante de esta actividad se desarrolla de manera clandestina, lo que hace muy difícil conocer su verdaderas dimensiones.

La mayoría de estas niñas no sabe a lo que se expone. Desde violaciones, maltrato físico, embarazos no deseados, abortos… hasta secuelas como estrés postraumático, depresión, problemas psicológicos y cognitivos o todo tipo de enfermedades de transmisión sexual, de las que la mayoría se encuentra enferma sin ni siquiera saberlo.

Entre las razones que empujan a las niñas a esta situación, la principal es la pobreza. Muchas empezaron este camino para poder pagarse los gastos de escolaridad de colegios a los que nunca volvieron. Otras fueron engañadas y llevadas a la capital para realizar trabajos domésticos cuando en realidad les esperaba una vida de miseria ejerciendo la prostitución. Muchas niñas, no tuvieron otra opción que abandonar sus casas por maltrato o abandono y, una vez en la calle, no encontraron otra manera de salir adelante.

Desde septiembre de 2016, más de 500 han pasado por el centro de acogida de Don Bosco Fambul, nuestra contraparte.

Nuestro objetivo es colaborar para sacar a estas niñas de la calle y devolverles así su dignidad, independencia y autoestima, ofreciéndoles un entorno seguro y una fuente de recursos alternativa a través del aprendizaje de un oficio y el emprendimiento.

Beneficiarios

  • Niñas víctimas de explotación sexual.

Servicios

  • Formación profesional.
  • Formación humana.
  • Acompañamiento.
  • Atención médica.
  • Alimentación.

Objetivos

  • Reinserción socio-laboral.

Entidades participantes

  • Hermanas Clarisas del Santísimo Sacramento.
  • Don Bosco Fambul.

Los niños se sienten física y moralmente indefensos, su personalidad es aún débil para protestar, incluso mentalmente, la fuerza y la autoridad aplastante de los adultos los dejan mudos, e incluso pueden hacerles perder la conciencia. Pero cuando este temor alcanza su punto culminante, les obliga a someterse automáticamente a la voluntad del agresor, a adivinar su menor deseo, a obedecer olvidándose totalmente de sí e identificándose por completo con el agresor.

SANDOR FERENCZI